Podríamos comparar el hecho de tomar decisiones con la acción de lanzarse de un avión con paracaídas o realizar un deporte de riesgo…
Algunas personas dicen que jamás lo harían, a otras les gustaría, pero les da mucho miedo, y otras, por el contrario, lo encuentran motivador y aman la adrenalina que les provoca.
Estamos todo el tiempo tomando decisiones, muchas veces de modo inconsciente.
El problema es que, a veces pensamos que sólo decidimos en momentos grandes de la vida o en situaciones complejas.
En realidad, estamos tomando decisiones desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, y aunque no parezca, influyen en nuestro futuro y en el largo plazo.
Cuando decidís a qué hora irte a dormir, con quién reunirte el fin de semana, qué comer para el almuerzo, o a qué hora te vas a despertar… estás tomando decisiones.
Incluso cuando no decidimos, estamos decidiendo dejar en manos de otros esa decisión…
Existen personas que dan mil vueltas antes de tomar una decisión… al punto que a veces prefieren que alguien más decida por ellas.
En muchos casos, desde afuera se ve muy simple, pero no todos enfrentamos este tipo de situaciones del mismo modo.
Es que hay que estar dispuesto a tomar riesgos y a perder algo… Cada decisión que tomamos tiene un precio, siempre hay que “pagar” algo, ya sea porque dejamos de hacer otras cosas que también nos interesaban o porque implica un esfuerzo o una inversión.
Habitualmente cuando decidimos, nuestro cerebro se enfoca en lo que vamos a perder en vez de lo que vamos a ganar…
Pero de eso se trata tomar decisiones, elijo una cosa y dejo pasar un montón de otras cosas por diferentes “razones”.
Y aquí es donde aparece algo que es muy importante saber para mejorar nuestras decisiones.
Es necesario tener en cuenta que, aun cuando seamos personas muy lógicas y sigamos un proceso ordenado y calculado para ir eligiendo opciones, donde evaluemos ventajas y desventajas (lo cual es correcto y acertado), serán nuestras emociones las que tendrán la última palabra.
Algunas teorías asocian el concepto de intuición con este componente emocional. Es el efecto que causa en nuestro cuerpo el hecho de imaginarnos el resultado de esa decisión que estamos tomando. Y este efecto se debe a las emociones que aparecen y a nuestra capacidad de “gestionarlas”.
Por otro lado, si nos enfocamos en la parte “razonable” de la decisión, no es lo mismo hacer un buen proceso de decisión que acertar con el resultado.
El resultado generalmente está influenciado por muchas variables sobre las que no tenemos control.
Esto provoca que muchas veces, no tomemos decisiones o las posterguemos por miedo a equivocarnos. Y ahí entra en juego el significado que cada uno le da a equivocarse, y la confianza en nosotros mismos.